viernes, 13 de noviembre de 2015

La soledad forzada de la última mujer que vivió en Villa Excélsior (y II)

Villa Excélsior
Si pensaste que las sorpresas se acabaron cuando abandonabas la mansión de indianos más bonita que habías visto en tu vida, te equivocaste. En el camino empedrado que conduce a esa villa, te encontraste con Isabela. La primera impresión que te dio esta señora -que se identificó como familiar de Esther, la última mujer que habitó en el palacete- fue que te saldría con cuatro piedras en la mano, aunque, si en ese momento te llegan a decir que acabaría despidiéndose de ti con un abrazo muy sentido, no te lo hubieses creído. 
Isabela estaba harta de ver a curiosos merodeando por la zona con el propósito de entrar en la que antaño había sido la casa de sus familiares.
Ella te contó que era sobrina de Esther, hija de Manuel M. de A., quien decidió levantar esa soberbia construcción en el año 1912, gracias a la herencia recibida de un tío suyo -con el mismo nombre-, que hizo fortuna en Argentina con un negocio de tabacos que también llevaba el nombre que posteriormente le puso a la hacienda. Villa Excélsior.
Al pretender profundizar en los detalles de la historia de esa edificación abandonada, lo primero que Isabela te respondió fue que "todo lo que se dice en internet es mentira", e insistió "todo".
En ese instante, ese comentario te puso en alerta y procuraste no interrumpirla, porque te resultó muy interesante que continuase con su explicación, ya que para ti significó un privilegio el hecho de dar con un descendiente, cuyo testimonio directo, te permitió conocer parte de la historia sobre los antiguos propietarios. Minutos después te llevarías otra sorpresa.
La persona que por costumbre evitaba hablar con cualquier espontáneo que apareciese por el lugar, te impresionó cuando tomó la iniciativa de abrirte las puertas de su casa, para invitarte a subir al techo de un galpón, con el propósito de contemplar y admirar, todavía más, el jardín transformado en  una selva que casi imposibilitaba el acceso a aquella misteriosa propiedad.
Ya subido al tejado de ese cobertizo, Isabela te describió que, en su
Vista de la mansión desde la casa de Isabela
origen, la "finca madre" fueron los terrenos en donde ella reside, cuya división a principios del siglo pasado motivó el levantamiento de aquella villa con esa cúpula de azulejos de color verde que te seguía maravillando al observarla desde su casa.

Durante tu encuentro con esta extraordinaria fuente de información le preguntaste si se había publicado algo en prensa y recordó que tiempo atrás, en 1984, la periodista Maruja Torres había entrevistado a Esther para el suplemento de El País.
Isabela sostuvo que, Esther, presa de la desconfianza y ante el temor de que la periodista en realidad fuese una inspectora de Hacienda, "se puso su bata más vieja y la recibió totalmente desaliñada", pues el deseo de su familiar "era dar la imagen de que no tenía ni un duro".
De vuelta en el hotel en donde te alojabas, al anochecer buscaste información en internet. En la web de la oficina de información turística se citaba el lugar, pero no aportaba ningún dato de interés sobre su última moradora.
Días después regresaste a tu ciudad de residencia teniendo en mente que volverías a aquel lugar con dos objetivos: observar de noche la mansión desde el exterior y saber, de forma más pormenorizada, cómo pudo ser la vida de la señora que habitó en esa heredad tan enigmática.
Y volviste. No consigues explicarte qué tiene aquel lugar tan misterioso para que una noche de otro día cualquiera salieses con tu coche y abandonases otro de los grandes paraísos que, al igual que tu tierra de origen, Canarias, también significa Galicia.
Te pasaste casi toda la noche al volante hasta alcanzar la ría de Ribadeo, la frontera natural entre Galicia y el Principado de Asturias, en donde percibiste el mar Cantábrico en apariencia tranquilo, pero agitado en su interior, como también te sentiste por momentos, porque sabías que sería la última vez que volverías a ver esa casa que tanta intriga te generaba solo con recordarla. Lo misterioso y desconocido siempre ha ejercido en ti un poder de atracción que todavía no te explicas y probablemente te morirás sin saberlo.
Ya en tierras asturianas y al llegar al barrio de Barcellina, te situaste por detrás de la hacienda, frente al muro exterior. Cinco minutos después de apagar las luces de tu coche, cuando tus ojos se habituaron a la oscuridad, un escalofrío te sacudió todo el cuerpo al presenciar ese inmueble deshabitado, con los ventanales de madera al vaivén del viento y sus paredes en ruinas. El silbido del aire al atravesar los árboles de aquella finca era aterrador.
En esta ocasión no quisiste entrar porque experimentaste un miedo atroz. Un temor más cercano al respeto de ultratumba. Prudencia similar que mantendrías en días posteriores ante la historia que conocerías sobre las almas anónimas que en su época allí habitaron.
Al mediodía del día siguiente iniciaste tu particular indagación periodística y localizaste a Carmen Suárez, una amiga personal de Esther, quien, apoyaba en el quicio de su ventana, te narró algunos detalles sobre cómo transcurrieron los últimos años de Esther en el palacete.
Suárez destacó que Esther "se encontraba sola y todas las tardes se arreglaba de forma muy elegante para ir al casino a jugar al bingo con sus amistades". Aunque había una escena que a tu entrevistada
Esther. /E. Mencos Valdés, gentileza Blog de Zanobbi
no la dejaba indiferente porque se repetía con mucha frecuencia.

A su regreso del ateneo, Esther se presentaba en casa de esta amiga en la oscuridad de la noche, "y claro, por la hora que era cuando aparecía, la invitaba a cenar porque notaba su soledad", sostuvo esta señora.
La vida de Esther pudo estar marcada desde un principio por una serie de hechos que parecían predestinarla a la primera pena del ser humano: la soledad forzada. El tránsito por su propia vida con la tristeza en el interior de su alma.
Otras personas te contaron de su padre que, carente de la experiencia y las habilidades para los negocios heredados de su tío, al quebrar sus empresas, tomó la decisión final de retornar a España desde Buenos Aires. Pero su vida no tuvo una segunda oportunidad al morir en el barco en el que viajaba de vuelta a casa, en el transcurso de una escala en Lisboa.
El cuerpo del padre de Esther sería desembarcado en el puerto de Vigo, a donde ella había acudido ilusionada a recibirlo sin tan siquiera imaginar la fatal noticia que le comunicaría el capitán del buque. Esther regresaba a casa con el cadáver de su padre y con la soledad como única compañera silenciosa de viaje.
Sin embargo, las desgracias parecían no tener punto y final en el largometraje de la vida de esta gran señora. Poco tiempo después de casarse con un conocido juez y aficionado a la aviación, de manera casual, se enteraría por una amistad que su marido la había desheredado en silencio para dejárselo todo a sus cuñadas.
Una vez más, Esther se sumió en el más profundo y absoluto desconsuelo, pero resultó ser una mujer fuerte y muy valiente. Prueba de esto fue que el día que le comunicaron que su esposo había perdido la vida al estrellarse con su avioneta, el único comentario que hizo, con el que puso de manifiesto su discreta repulsa fue "pues allí donde cayó que lo entierren". Ella no acudiría a las honras fúnebres de su esposo.
Esther se quedó viuda muy joven, con poco más de veinte años, pero se podría adivinar que así debió de sentirse desde el momento que tuvo conocimiento del desprecio que le había hecho su marido.
No obstante, pese a que estos sufrimientos pudieron marcarle la existencia y moldear su carácter, se puso el mundo por montera. Porque si hay un recuerdo unánime entre todas las personas a las que les consultaste sobre el carácter de esta mujer fue su arrojo y coraje para salir adelante y continuar con una extrovertida vida social que le permitió disfrutar de una segunda familia, sus amistades, aquellas personas que uno elige que le acompañen hasta el final de sus días.
Se sabe que parte de sus principales vivencias transcurrieron entre Luarca y Madrid, hospedándose en la capital del reino en una pensión ubicada en la calle El Pez, siendo aquel hostal su centro de operaciones para desarrollar una vida más propia de una 'personal shopper', según te relató María Colmenero, sobrina nieta de tu anónima protagonista.
Cuando ya había logrado sobreponerse a las vicisitudes que debieron forjar su forma de ser, la mala suerte la volvió a golpear con una dureza extrema. Esther fue una de las 61 personas que resultaron heridas en el atentado más sangriento perpetrado por los GRAPO en la famosa cafetería 'California 47', en Madrid, el 26 de mayo de 1979.
Colmenero te narró que el personaje objeto de tu investigación se encontraba en el interior de aquel local tomando café con dos de sus mejores amigas. Ella resultó herida y requirió hospitalización durante 15 días. A sus amigas la explosión las cogió de lleno y murieron en el mismo lugar del atentado. Esther volvía a quedarse sola.
Ser testigo de este atentado la conmocionó profundamente, según también te comentó Olga. S. S., quien, junto con su hijo, José Ramón, regenta un conocido restaurante a la entrada del popular barrio de los indianos en Luarca.
Olga sostuvo que Esther tuvo secuelas de aquel atentado aunque pocas personas pertenecientes a la burguesía de Luarca llegaron a saber que esta persona tan célebre había resultado herida en aquel magnicidio.
"Esther era guapísima", te remarcó Olga, "pasaba por aquí y llamaba la atención, siempre elegante". En su juventud, su formación académica estuvo dirigida por institutrices que acudían a su mansión, pero esta vida de lujo pudo tener los días contados. La mala gestión de los negocios por parte de su progenitor había mermado la llegada de dinero para sufragar esa vida de ostentación reflejada en la mansión en la que vivió. Esto originaría el despido de la servidumbre así como de cualquier otra persona destinada a los trabajos de mantenimiento de la villa.
Una casona que carecía del suministro público de agua potable, aunque tenía un pozo, y cuyo voltaje de la luz todavía era de 125, circunstancias que, agravadas por la vejez de Esther, motivaron su traslado a un pequeño piso en Luarca, aunque no sería aquí en donde finalizó su existencia sino en la casa de la hija de quien fuera el  jardinero de su lujosa mansión. Alejada de tanta suntuosidad.
Acabadas todas las entrevistas y con todo lo que conociste, hubo un detalle que para ti no pasó desapercibido en el conocido enclave marinero, y para el que tampoco tendrás respuesta.
Todas las personas consultadas siempre se esmeraron en hablar de Esther, en asegurar que la conocieron, que la trataron y la apreciaron pero, de forma significativa, ninguna recordaba haber
El cementerio de Luarca
asistido a su entierro en el entrañable camposanto de aquel lugar que es difícil de olvidar por sus extraordinarias vistas al mar. Un cementerio en donde, el nombre de Esther, ni siquiera figura escrito en su lápida porque, según Isabela, "ella era muy humilde y no quería nada de esas cosas".

La protagonista de tu historia fue la última mujer que residió en aquella mansión. La última víctima que coexistió con un estilo de vida que le llegó de herencia en una época en donde la sociedad de clases estaba extremadamente delimitada.
La hacienda en la que residía ya le quedaba grande de tiempo atrás, y allí no tuvo más remedio que seguir representando una peculiar puesta en escena, sobre la que había sido educada. Circunstancias que le llevaron a compaginar unas duras y discretas condiciones de subsistencia con la salvaguarda de una dignidad que no evidenciase ante los demás la situación decadente en la que se encontraba en su propia casa. Un espacio en donde, en sus inicios, se vio rodeada de una vida extraordinaria en una villa 'Excélsior'.
Tras aquel largo día de entrevistas, en el transcurso de la puesta de sol abandonaste Luarca, un lugar de ensueño de donde te marchaste con varias satisfacciones: la primera, el lujo de haber conocido a gente tan excepcional, como impresionante también fue la historia que conociste de Esther. Tampoco olvidarás a José García León, otra gran persona que también te ayudó, siempre de forma desinteresada, y que fue el único que hasta la fecha había realizado un homenaje a la memoria de Esther en su 'blog de Zanobbi'. Gracias a su labor sobresaliente, y a las personas que con él han colaborado, te ubicaste sobre la importancia de aquella mansión de indianos, todavía enigmática para ti© Copyright 2015