viernes, 8 de abril de 2016

No preguntes por saber que el tiempo te lo dirá

Un libro de estudio de aquella época.
Carmen siempre te sorprendió hasta la última vez que la viste con vida, con 81 años recién cumplidos. Había nacido en el pueblo de Vilaflor de Chasna, en la Isla picuda de Tenerife, "el segundo pueblo más alto de España", como a ella le gustaba recordar.
Allí fue donde inició sus estudios y donde conoció a su primera maestra de escuela de origen gallego, Lina Priegue Priegue, quien le facilitó las alas para el resto de su existencia: enseñarla a leer y a escribir. Poderosas herramientas para defenderse durante toda su vida y perfilar el futuro del único hijo que tuvo.
Sin embargo, el golpe de Estado de julio de 1936 la arrancó de su Chasna natal para trasladarse en el vapor 'el correíllo' La Palma,  junto con sus padres y sus siete hermanos, a Santa María de Guía, en el noroeste de Gran Canaria. Desde entonces nunca más volvió a saber de su maestra gallega, a quien siempre le profesó un cariñoso y silencioso agradecimiento.
Ella jamás te habló de esta historia durante los treinta y un años y medio que viviste en la capital grancanaria, y fue a raíz de irte a vivir a Galicia cuando te reveló este recuerdo que siempre custodió de forma callada.
Es probable que ella presintiese que algo se terminaba, que sería la última vez que podría contarte algo de su vida y quizás esa pudo ser la razón por que la decidió narrarte unos hechos que tiempo después te ayudarían a comprender muchos detalles que para ti siempre pasaron desapercibidos, lo que también motivó que te hicieses un montón de preguntas.
¿Por qué durante treinta y un años junto a ella nunca te habló en tu tierra natal de esa maestra? Una historia de la que no sabías absolutamente nada.
Con todas las ocasiones que fue a verte a Galicia ¿por qué esperó a realizar su último viaje a tierras celtas para desvelarte una de las semblanzas más entrañables que albergaba en su anciana memoria?
Al igual que hacía cada vez que te abría los anales de sus recuerdos, en esta etapa de su vida le tocaba hablarte de ese misterioso personaje, relato al que prestaste tu máxima atención en un silencio casi monacal mientras en tu mente no hacías más que plantearte preguntas, preguntas y más preguntas...
Interrogatorio que en aquella ocasión evitaste hacerle en aplicación de la saeta que tu padre te enseñó cuando, siendo un chinijo, a cada momento lo acribillabas con cualquier cuestión y él te callaba respondiéndote con "no preguntes por saber que el tiempo te lo dirá, que no hay cosa más bonita que saber sin preguntar".
Sin embargo, pese a la sabia lección de tu padre, no parabas de barrenarte la mente por la curiosidad que la historia te generaba, de la misma manera que siempre hacías con todos los testimonios que Carmen te contaba desde que tuviste uso de razón.
Entre los recuerdos que te contó de "doña Lina", como ella la citaba con absoluto respeto, Carmen destacó el trato amable y cariñoso así como el estímulo que aquella profesora le infundió para amar la lectura y el arte de escribir, lo que a su vez motivó que desde niña mantuviese un interés constante por conocer todo lo habido y por haber.
Días después de hacerte esta confesión, Carmen volvió a sorprenderte con un nuevo gesto. Echó mano del listín telefónico y empezó a buscar el apellido de su maestra en una región que no conocía. Su octogenaria memoria le permitió recordar que doña Lina quizás tuviese familia en Santiago de Compostela, y centró sus pesquisas en los teléfonos de la ciudad compostelana y en los números de Vigo. Hasta que, a base de realizar innumerables e infructuosas llamadas, al final logró dar con los familiares de su profesora.
En principio, que localizara a los parientes de aquella señora lo viste normal. Lo que no te resultó normal fue el poder de convicción de Carmen para convencer a tres sobrinas de doña Lina para citarse con ella e, incluso, que una de las mismas se trasladase en tren desde Santiago de Compostela a Vigo para acudir al encuentro.
No salías de tu asombro al tratar de imaginar cómo tuvo que ser el semblante de las sobrinas de aquella maestra que había fallecido en Vilaflor hacía muchísimos años, incluso antes de tú nacer.
Nueve años después de esa reunión localizaste a las tres señoras que se reunieron con Carmen, pero ellas no lograron darte una explicación sobre cuáles fueron las razones por las que aceptaron la invitación para tomar un café con una desconocida que deseaba rendir un homenaje a la memoria de doña Lina. 
Y en ese instante caíste en el detalle de por qué eres periodista y quién te inculcó el amor a esta profesión en la que, en ocasiones, te has sentido mercenario informativo y, en otras, rebelde sin causa aparente.
Tú te hiciste periodista porque Carmen te lo inculcó a fuego lento, de la misma forma que se prepara un buen potaje de berros en Gran Canaria, con mucha sutileza y buena mano. Así lo hizo durante toda su vida y probablemente de forma inconsciente. Su existencia se centró en contarte las noticias y hablarte de las vicisitudes de la vida, en hacerte ver que el mundo evolucionaba con cualquier acontecimiento. Ella deseaba que siempre estuvieses informado y al tanto de todo para que pudieses hablar y opinar de cualquier tema con el conocimiento preciso. Porque esa es la labor de una madre extraordinaria: inculcar una buena formación humana, moral y académica y estimular la curiosidad y el conocimiento por todo. 
Pues, amigo, de qué manera te inculcó la profesión, porque su deseo también era compartir contigo lo que sucedía en el momento presente. Si de madrugada te levantabas al baño, de vuelta a tu habitación, en la oscuridad del pasillo te llegaba el eco de su voz desde su dormitorio anunciándote, radio en mano, que Indira Gandhi había sido asesinada, "le han pegado siete tiros", concluía su breve anuncio. 
En ese momento no sabías qué hacer, si volver a tu cuarto atravesando la galería oscura en donde de súbito sentías una sensación de abandono a raíz del inesperado impacto de esa noticia o retroceder al baño y permanecer unos minutos más hasta sentirte acompañado por ti mismo.
Vilaflor, Tenerife, en 1977. Foto: J.M. Navlet Rodríguez.
Recuerdos de situaciones similares nunca te faltarán. Con catorce años tuviste la ocasión de conocer a un tío de una de las mejores amigas de tu madre, Arsenio, natural de Cantabria, quien siendo preso republicano había sido condenado a trabajos forzados para la construcción de varias carreteras de Tenerife.
Después de escuchar de viva voz las experiencias de ese extraordinario señor, al regresar a casa, Carmen te alentaba a que redactases tus impresiones mientras desde la cocina te llegaba el olor de uno de los platos que con frecuencia te preparaba para la cena y que para ti significaba un manjar y la mejor manera de cerrar el día. Degustar una tortilla de papas con jamón cocido junto a un vaso de gazpacho
También recuerdas otra ocasión, cuando al regresar a casa te encontraste una nota en el espejo enmarcado en pan de oro, en la cual -al estilo de todas las que te dejaba por si ella no estaba-, te comunicaba el ingreso en la UVI del dirigente Julio Anguita, como si en tu casa el secretario general de Izquierda Unida formase parte de la familia.
La breve misiva acaba de forma significativa con la frivolidad del recordatorio de "compra dos panes", aunque luego pasases de bajar a la panadería no fuese a ser que, al volver y por arte de magia, te encontrases con otro trozo de papel en el que te comunicase el fatal desenlace del líder comunista. Noticia que te podría quitar el hambre de un plumazo y llevarte al consiguiente ayuno innecesario.
La suma de estos recuerdos y de muchos otros, las vivencias de las que Carmen te hacía partícipe y su última búsqueda, el descubrimiento de los familiares gallegos de su primera maestra, significaron el epílogo de la interminable lección 'periodística' que te dio durante toda su vida. Aunque hubo una enseñanza más importante.
Los acontecimientos que te han dañado son los que deben pasar al olvido de tu memoria pero los hechos que han marcado tu existencia y tu felicidad son los que no debes olvidar, y esos son los que debes transmitir y honrar en toda ocasión que se te presente.
Carmen sabía que le tocaba irse, que en breve abandonaría su cuerpo, pero antes deseaba compartir ese recuerdo como agradecimiento y homenaje ante los familiares de esa extraordinaria docente que le había indicado el hilo de la cometa a seguir a lo largo de su vida.
Pocos meses después del encuentro, las tres sobrinas de su mentora gallega recibieron una llamada telefónica que les comunicaba el repentino fallecimiento de esa señora de Canarias, cuyo deseo fue conocerlas para hablarles de los recuerdos que añoraba y que siempre guardó de su primera y adorada maestra.
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